En 1952, Paul Strand publica La France de profil, que recoge las fotografías de su recorrido por la geografía francesa. Con textos de Claude Roy, la obra aparece en la editorial suiza Guilde du Livre, que desde finales de los cuarenta viene publicando una colección de libros de viaje con textos de reputados escritores, como Paul Éluard o Jacques Prévert, y fotografías de autores como Robert Doisneau o Michel Huet. 

De un modo similar a como en la década de los treinta había articulado una mirada singular sobre México, lejos de la iconografía hegemónica exotizante, Strand muestra una Francia que dista de complacerse en sus aspectos más pintorescos. Como apunta el título de la serie, se trata de una mirada oblicua sobre el territorio materializada en una miscelánea de imágenes que constelan de modo singular: pueblos, paisajes, ejemplos de arquitectura vernácula y rostros de ancianos o pescadores aparecen junto a fotografías de pequeños detalles de objetos que, más allá de su valor documental, articulan el lenguaje plástico de la imagen, al tiempo que evocan el tiempo en ellos inscrito.

Young Boy muestra la característica intensidad de la gama de blancos y negros en la obra de Strand. La belleza que encierra la dureza heroica del rostro, subrayada por el tratamiento de la luz, es ejemplar del modo en que su atención a los valores plásticos sostiene y hace efectivo su compromiso político.