El silencio del dinero

Amalia Iglesias Serna

Wall Street, Nueva York, 1915

Paul Strand
Wall Street, Nueva York, 1915
Colecciones Fundación MAPFRE
©
Aperture Foundation Inc., Paul Strand Archive

«Lo impresionante por frío y cruel es Wall Street… Y la multitud. Nadie puede darse cuenta exacta de lo que es una multitud neoyorkina» escribía Federico García Lorca en Poeta en Nueva York, en diciembre de 1929. Se refiere Lorca al «cruel silencio de la moneda» («No es extraño para la danza/ este columbario que pone los ojos amarillos./ De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso/ que atraviesa el corazón de todos los niños pobres./ El ímpetu primitivo baila con el ímpetu mecánico./ Ignorantes en su frenesí de la luz original»). Para entonces ya había sucedido el crack de la Bolsa y el mundo se precipitaba hacia la Gran Depresión. Catorce años antes, en 1915, Paul Strand, realizó la que sería una de sus imágenes fotográficas más emblemáticas y una referencia en la historia de la fotografía urbana. No son las columnatas de la Bolsa –como se tiende a pensar por el título– sino uno de los bancos de esta calle, que toma su nombre de un simbólico muro. Vista en perspectiva esta imagen de Strand contiene un silencio espeso, una atmósfera tensa que parece anticipar la catástrofe. Nos atrapa la composición de la imagen, el equilibrio entre la forma y el relato. La ciudad y sus aristas rotas por los pasos sinuosos de los urbanitas. Las formas geométricas de grandes dimensiones contrastan con las proporciones humanas, las líneas rectas con lo irregular de las sombras impresionistas, difuminadas y danzantes. En la imagen se produce una extraña dialéctica entre la rígida geometría del edificio y los caminantes en su movimiento detenido. No hay improvisación, el fotógrafo ha acechado la luz para recogerla en el momento preciso en que esas luces y sombras subrayan con su máxima expresión la diferencia entre la humanidad que camina y las arquitecturas de proporciones faraónicas. El interior oscuro del edificio, impenetrable, a pesar de esos ventanales gigantes, tiene algo de templo, el templo de los dioses del dinero.

Strand tenía 25 años cuando realizó esta instantánea, los mismos que tenía yo cuando fui por primera vez a Nueva York, a finales de los años ochenta. Entonces, me impactó mucho un gran escaparate de la Quinta Avenida. Hice una fotografía, en ella puede verse, al lado de unos trajes de ejecutivo, una gran reproducción fotográfica de la escultura del toro de Wall Street. Compruebo ahora que en el cristal del escaparate aparece el nombre del fotógrafo: Jeff Mermelstein, ese descarado fotógrafo neoyorkino que asalta a los viandantes con su cámara, en un compulsivo afán documentalista. En la otra esquina del escaparate había un texto impreso en el cristal que más o menos dice: «Wall Street refleja la respuesta lucha-vuelo basada en el miedo… de la psique americana en cada situación, circunstancia y acontecimiento. Es un recuerdo diario de nuestros primitivos impulsos depredadores». Lo releo ahora y pienso que ese mensaje ya está contenido en la fotografía de Paul Strand a modo de profecía visionaria. Mermelstein podría ser a la Postmodernidad líquida lo que fue Paul Strand a la Modernidad de comienzos del siglo XX y la emergencia de las vanguardias. Solo que la metáfora de Strand contiene una carga estética que, como los versos del Poeta en Nueva York de Lorca, son difícilmente imitables o superables por los muchos epígonos que les han sucedido a lo largo de un siglo.

Amalia Iglesias Serna es escritora.