La ciudad como un tablero de juego
Ariadna Cantis
Helen Levitt
New York, ca. 1940
Colecciones Fundación MAPFRE
© Film Documents LLC, cortesía Galeríae Thomas Zander, Colonia
Jon Rafman
6 Rua Wanderley Pinho, Salvador, Brasil, 2020
Cortesía del artista y Sprueth Magers Gallery
Cuando se vincula al espacio público, el juego se reviste de un potencial socializador, transgresor y político (Playgrounds. Reinventar la plaza, Museo Reina Sofía 2014).
Las imágenes de Helen Levitt y de Jan Rafman nos hablan de ciudad, concretamente de la ciudad de los niños. Al mostrar cómo la infancia se apropia del espacio público y lo disfruta, ambas fotografías dan a entender implícitamente que la ciudad es un gran tablero de juego. Pero no es un tablero inocente el de estos niños: el solemne espacio privado del que emergen unos y el entorno empobrecido y descuidado en el que juegan otros nos hacen de inmediato palpable la idea de diferencia, de desigualdad.
En la imagen Helen Levitt presenta a tres niños en el pórtico de un edificio de viviendas en la ciudad de Nueva York en 1940, situados justo en el límite entre lo privado y lo público. Los protagonistas de la fotografía están en movimiento, en graciosas poses de ballet jugando con máscaras en una captura de la poética cotidiana donde la calle se adivina al otro lado de la cámara explorando así la narrativa del juego infantil, como una constante en la investigación de la artista.
La foto capturada por Jan Rafman a través de Google Street View, presenta la calle como escenario del baño estival y lúdico, donde los niños se divierten apropiándose del espacio público de forma total y sin pudor, ocupando la acera por completo. Más allá de su alegría, lo que la imagen parece decirnos es que estos niños de Salvador de Bahía no tienen no tienen un espacio privado en el que bañarse.
Su emparejamiento, su “resonancia”, nos sitúa de golpe en el tránsito de la fotografía a la post-fotografía, pero también en el vértigo de los enormes cambios que ha experimentado la ciudad contemporánea y que, entre otros aspectos, nos enfrentan con la necesidad de que la ciudad ejerza no sólo de motor del desarrollo económico, pero también de la redistribución de la riqueza a través del acceso universal a los bienes públicos y la inclusión social (La ciudad que queremos, José María Ezquiaga).
En la pareja de fotografías propuesta por el comisario se intuye un sutil juego, el mirar y ser mirado, el ocultarse detrás de una máscara de forma voluntaria o detrás de los píxeles de forma involuntaria. Los niños transmiten libertad a la vez que un cierto empoderamiento, bien sea detrás de sus máscaras ante quienes les contemplan desde la calle o desde el transgresor baño en la piscina textil. Ambas imágenes nos generan inquietud, no tanto en lo que ellos ven sino en lo que no nos dejan ver, aquello que podemos intuir o imaginar.