Como en el mar
Clara Janés
Bleda y Rosa
Complejo Funerario. Saqqara, 201. Serie Tipologías, en proceso desde 2007
© Bleda y Rosa, VEGAP, Barcelona, 2022
«¡Silencio, dioses! Un dios está hablando a otro dios! De ti es de quien he hablado, Osiris. Permite que lo que ha salido de tu boca retorne para tu beneficio […] Voy a emprender una ida y un regreso hasta los confines del cielo…» (Libro de los muertos). Mas los confines son todos, y el paisaje, protegido acaso por la pirámide, se despliega bajo tierra, arenas abajo, más abajo. Y más abajo aún da un salto hacia lo inalcanzable, rebasando las circumpolares.
Había una entrada y dos salidas; había un ascenso, un lugar alto, un altar, una alta ara, como triángulos truncados, una altura, un pir-em-uz en cuyo seno se guardaban los cuerpos de los difuntos tras haber pasado por la ceremonia de «apertura de la boca», de modo que recuperaban su palabra y el poder que esta encierra…
Sin embargo, es el viento transformado en aire, el fuego transformado en habla, el sol, la percepción, la conciencia, la luz que brilla en el interior para el rumor ardiente, la penetrante música que articula el sonido, da brazos y pies al verbo, envuelve como una nube el entorno. No es ver sino oír lo que abarca, y los senderos de la mente se hacen consonantes con su estructura… Captan ser y no ser, y que la palabra pasa al papiro y así surge el decir de los antiguos egipcios: «Métete en un libro como te metes en el mar…».
A la orilla del mar solían charlar dos amigos, en su día, maestro y discípulo en la ciudad de Berlín: Erwin Schrödinger y Xavier Zubiri. Hacía una década que el segundo había asistido a las clases de Física del primero, el cual, para asombro de los alumnos, podía empezar con las agustinianas palabras «Novum Testamentum in Vetere latet; Vetus in Novo patet». Y ambos, entusiastas, se adentraban por el oleaje del conocimiento.
Zubiri siguió luego el consejo de aquel antiquísimo texto, y se lanzó a estudiar sumerio, acadio, hitita, arameo…
Pero hay otros libros y otros movimientos. Así el cuerpo del amado que llama al tacto y lleva incorporada la idea. Pero ¿dónde está, aunque lo haya dejado escrito, su pensamiento? No en la página, que permanece inmóvil, y el pensamiento, en cambio, se mueve, se redefine sin tregua. Está, pues, en su receptor, al que abraza, mece, y sume en contradicciones, siendo, sencillamente posibilidad genésica, en todas sus células.