La reina de la Leica mira a la cámara

Tate Diez

Autorretrato [Self-portrait], 1934

Ilse Bing
Autorretrato [Self-portrait], 1934
Galerie Karsten Greve, Saint Moritz / París / Colonia
© Estate of Ilse Bing

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Decía Marguerite Duras en una entrevista que no entendía lo que significaba autorretrato [1], de lo complejo que es el conocimiento sobre uno mismo. Observo las autoimágenes de Ilse Bing, como esta que realizó en París, en 1934, e invento un relato de su vida ordenando la información que nos quiso transmitir cada vez que decidía ponerse delante de su cámara. Nos deja testimonios de momentos vitales, con la complejidad de la que habla Duras, buscando detalles de su personalidad en cada uno de esos instantes. En este caso no utiliza los espejos como lo hace en otros más famosos como su Autorretrato con Leica de 1931; esta vez se coloca delante de la cámara, sola, sin reflejos ni artificios, con determinación e independencia; ni siquiera se retrata con su cámara Leica de la que no se separó, prácticamente, en toda su carrera.

Fue Emmanuelle Sougez [2] quien nombró a Ilse Bing La reina de la Leica; la utilización de esta cámara de formato pequeño le permitió adaptarse tanto a su carrera de fotoperiodista como a la singularidad de las nuevas vanguardias, de tal manera que llamó la atención de este prestigioso crítico. Tampoco dejó de lado sus preocupaciones sobre los contextos sociales y son numerosas sus imágenes de los barrios más pobres del París de los años treinta.

Podemos con estas imágenes tener constancia de quién era, de cómo transcurrió su vida y, al mismo tiempo, pensar en la de otras artistas que, a principios del siglo XX, fueron capaces de abrirse camino en un mundo que les rechazaba, en una sociedad patriarcal que las impedía integrarse en los circuitos artísticos del momento.

Es importante hablar de la cámara como símbolo de independencia de las artistas; este pequeño aparato se convirtió en una herramienta de autodeterminación para muchas de ellas como ha señalado Ute Eskildsen, «La càmera com a instrument d’autodeterminació» [3], y, París, una ciudad donde muchas creadoras consiguieron un reconocimiento. La fotografía, como dice Juan Vicente Aliaga en «Ilse Bing. La vibración de la vida», podía ser más sencilla a la hora de no necesitar grandes espacios como la pintura o la escultura para producirse y ser almacenada, lo que facilita la carrera artística de esta joven fotógrafa alemana en ese contexto socio político tan complejo en el que vivió. No hay que olvidar que era judía y el avance del nazismo le hizo huir en varias ocasiones, llegó a estar en un campo de concentración en Francia.

Estar delante de autorretratos como el de Ilse Bing, Claude Cahum, pionera en cuestionarnos con la imagen la identidad de género a principios del siglo XX, o la ahora famosa Vivian Maier, descubierta de casualidad gracias a la compra de sus negativos en una subasta, me hace ser consciente de mi desconocimiento en lo que consideraba que era la historia del arte. Mujeres que son parte importante en el relato de la historia y que sin embargo han pasado desapercibidas o ni siquiera llegan a ser partícipes de ella, con vidas agitadas y complejas que poco a poco van emergiendo y posicionándose en el lugar que siempre debieron ocupar.

 

[1] Entrevista a Margarite Duras, realizada por Michel Gonzalez y Paula Jacques (julio 5 de 1976).
[2] Emmanuel Sougez, «Ilse Bing» en L´Art Vivant, París, 1934.
[3] Ute Eskildsen, «La càmera com a instrument d’autodeterminació» Les dones fotògrafes a la República de Weimar: 1919-1933.

Tate Diez es directora del Da2, Centro Domus Artium de Salamanca.