Naturaleza (muy) muerta
Maite Rico
Jorge Ribalta
De la serie «Sur l’herbe», 2005-2008
© VEGAP 2022
Difícil establecer un diálogo poético con esta imagen de Jorge Ribalta. Difícil sentir un aliento lírico. Tal vez ese hombro desnudo que asoma en una esquina. Esforzándonos, quizá, la ausencia de dos mujeres delatada por las sandalias de tacón abandonadas. Poesía poca, pero evocación, toda. La foto es un destello, la metáfora de una época. De una forma, supongo, de entender el ocio y la socialización.
Pensé en un botellón. Y celebré la ironía del título. Aunque tal vez no fuera esa la intención del autor: buscando vi que la imagen pertenece a una serie realizada a lo largo de cuatro ediciones del Sónar, el festival internacional de música electrónica que se celebra en Barcelona. En todo caso, con esta foto, aislada, la referencia al cuadro de Édouard Manet resulta directamente mordaz.
Si Le déjeuner sur l’herbe (1863) irritó a sus coetáneos por la presencia audaz de dos mujeres desnudas en animada charla con dos hombres vestidos, la imagen de Ribalta incomoda por el desaseo, la fealdad insustancial, la convivencia despreocupada con la mugre. Inevitable acudir a los cuadros decimonónicos, al de Manet y al que pintó en respuesta Claude Monet (1866), donde Courbet, que por entonces trabajaba en El origen del mundo, sonríe, tal vez imaginando el sobresalto que causaría su obra maestra.
Frente a la hierba frondosa, la moqueta artificial. Frente al frescor vegetal, el calorazo urbano. Zapatos de ante frente a chancletas chinas. Panes, frutas, vino, bocados apetecibles frente a cerveza recalentada, zumo de brick y comida basura en platos de cartón. La conversación animada frente al cansancio y la resaca. El olor del campo frente al hedor. El arte de vivir frente a la cochambre.
La de Ribalta es una naturaleza muerta de la modernidad: latas, plásticos, colillas, pañuelos desechables. Un bodegón de basura.
Seguro que los protagonistas sin rostro claman contra el cambio climático, pero a la hora de la verdad acaban dejando que otros recojan su basura.
El fotógrafo no tiene por qué juzgar. Yo no puedo evitarlo.