Momento preciso
Màrius Serra
Carrie Mae Weems
Un momento preciso del tiempo, de la serie “Y 22 millones de personas muy cansadas y muy enfadadas”. 1991
© Gentileza de la artista y la Jack Shainmann Gallery, Nueva York
Todos los relojes parados se parecen; cada reloj en marcha se para a su manera. Ahora mismo. Y ahora, y también ahora. El ahora es la única eternidad documentable. El presente. Lo que cuenta. Lo que pasa ahora y aquí. Hasta hace poco el ahora era indiscutible, y solo el aquí generaba dudas, porque el espacio depende siempre del punto de vista. Oriente no existe sin Occidente, y viceversa. Ver el mundo desde aquí no es lo mismo que verlo desde allá. El mundo así y el mundo asá. De hecho, todo es una convención. También el tiempo. El ahora era simultáneo desde todos los puntos de vista hasta que llegó el delay, ese pequeño retraso provocado por las múltiples velocidades de transmisión que desbarata la percepción simultánea de los goles de una final, obliga a hacer pausas en los diálogos o, simplemente, desincroniza las voces de los locutores cuando suenan a la vez en dos dispositivos.
Hoy ya ni el ahora es indiscutible. El diferido se acerca tanto al directo que parece su eco. Alguien grita «ahora» y resuenan ahoritas por doquier, transportados por canales diversos a dispositivos diversos. Ahora, horahora… Un eco. Una retahíla de ahoras. Ahoraquí, ahorallá, ahoracullá. Lo único indiscutible es que el más allá jamás es ahora. Habrá que esperar siempre porque es un tiempo sobrenatural y, como se nos hace pesado esperar, inventamos todo tipo de relatos espirituales para pasar el rato. Cuando leemos el tiempo queda atrapado en el espacio que ha ocupado la escritura. Gracias al lenguaje el ahora se hace eterno sin perder inmediatez. Ahora (lo escribo) y ahora (lo lees). Ahora o cuando quieras. Este texto es la imagen letrada de un golem y tus ojos de lector lo vivifican cuando el texto, la imagen y tu mirada interactúan. Eres tú quien reacciona en cada momento. Ahora o cuando quieras. Siempre que quieras. Ahora y siempre. Los relojes parados se parecen a los textos no leídos y a las imágenes no miradas. Cada texto leído y cada imagen mirada se paran a su manera.