En los años noventa, la preocupación de Paz Errázuriz por las personas privadas de libertad le llevó a interesarse por el hospital psiquiátrico Philippe Pinel de Putaendo, una pequeña ciudad a doscientos kilómetros de Santiago de Chile. Se trata de un centro que, construido en los años cuarenta para enfermos de tuberculosis, había ido recibiendo, con el tiempo, a personas con trastornos psiquiátricos procedentes de la calle.

Mientras retrataba a la totalidad de los internos, la fotógrafa se dio cuenta de que muchos habían formado parejas estables —un hecho que solía pasar desapercibido— y tenían la voluntad de casarse, unión que era prohibida por el centro. A partir de ese momento, Errázuriz dirigió su atención al vínculo de estas parejas. Lejos de la mirada paternalista y condescendiente con la que en ocasiones se suele retratar a las personas con enfermedades mentales, su trabajo subraya las relaciones afectivas, fotografiando las caricias, las miradas cómplices y los abrazos. En Infarto I, el centro de la imagen lo ocupa el gesto de unión de la pareja, que se muestra ante la cámara con un sentido casi ceremonial, como si Errázuriz consagrara con su mirada la unión que el centro les negaba.