En 1993, el periódico francés Libération presenta una sección dedicada al tema de la felicidad y solicita a Graciela Iturbide una fotografía para ilustrar uno de los artículos que la componen. La fotógrafa acepta el encargo y envía una imagen que decide titular, no sin humor, La felicidad. La imagen pertenece a la serie En el nombre del padre, que se publica ese mismo año. El proyecto había sido realizado un año antes y consistía en una investigación sobre las ideas de ritual y de sacrificio. Para ello, Iturbide decide documentar las matanzas de cabras que tienen lugar cada año en La Mixteca, región al sur de México.

La imagen muestra algunos de los rasgos que caracterizan su trabajo más cercano al registro documental y a la observación antropológica. En su mirada a las diversas realidades que componen el vasto, complejo y riquísimo mundo rural mexicano, siempre parece darse un acercamiento motivado por el asombro y la simpatía. Sin embargo, su obra no cae en la categorización exotista ni en la idealización de lo rural o indígena, como tampoco impugna las realidades desde una falsa distancia objetiva. En su mirada hay cercanía, emocional y física, como muestra bien la cruda presencia de los cuerpos, de la sangre, de los gestos de En el nombre del padre.