A lo largo de su larga trayectoria, Paz Errázuriz ha mostrado su querencia por aquellos cuerpos ajenos a los cánones estéticos dominantes, así como por los ancianos, en consideración a su condición de personas marginadas y rechazadas por la sociedad. Estos motivos se conjugan en la serie Antesala de un desnudo, un proyecto para el que regresa al universo de las instituciones psiquiátricas que había retratado años antes en El infarto del alma (1994). 

En Mujeres VI, un grupo de mujeres desnudas en la duchas esperan pacientes su turno para asearse. Este escenario cotidiano es el elegido para subrayar la indignidad y crueldad a la que son sometidos los pacientes de estos centros. El espacio se muestra lúgubre, con las paredes y los suelos sucios, y los cuerpos de las ancianas se superponen los unos a los otros, recordando inevitablemente a algunos de los más terribles episodios de la historia del siglo xx. Debido a la violencia representada, en un primer momento la autora prefirió no mostrar las quince fotografías que componen este trabajo; sin embargo, con el tiempo sintió la responsabilidad de presentar esta dura realidad. Poco después, gracias a las fotografías, se realizaron mejoras importantes en el centro donde las había tomado.