Hacia finales de la década de los 2000, Eamonn Doyle compra una Leica y se lanza con ella a las calles de Dublín. Lleva años alejado de la práctica fotográfica, volcado en su labor como creador y productor musical y en su compromiso con la escena artística dublinesa. Sin embargo, poco después aparece i, primera de las series que, junto a ON y End, compondrán la llamada «trilogía de Dublín», que completa en apenas tres años. El último de los trabajos, End, surge con motivo de una exposición en el festival de Arlés en 2016. Allí presenta la totalidad de la trilogía, con una exposición articulada en tres zonas en las que suenan tres composiciones musicales pensadas para superponerse y combinarse entre ellas. Con la trilogía, el autor da una vuelta de tuerca a la fotografía de calle norteamericana del pasado siglo con un nuevo lenguaje del asfalto simbólico, distópico y teatral por momentos.

En ON, Eamonn Doyle opta por un blanco y negro muy saturado, con un grano casi áspero, poroso, que incide en la continuidad que existe entre la ciudad —sus calles, sus edificios, sus texturas— y sus habitantes. El resultado es una suerte de coreografía que manifiesta un mismo ritmo del que todo parece ser partícipe y que el fotógrafo intenta recoger gracias a la pluralidad de ángulos, de puntos de vista, de vivencias de la ciudad.