A finales de los años ochenta, al tiempo que realizaba sus conocidos retratos, García-Alix comenzó a trabajar sobre el paisaje urbano, siempre tamizado a través de una visión personal y emocional. Poco a poco va tratando los elementos arquitectónicos con especial atención para apropiarse de ellos e incluirlos en su autobiografía visual. El carácter descriptivo de las fotografías iniciales cede el paso a una creciente introspección, en la que García-Alix busca correspondencias emocionales con su entorno, alejado ya de cualquier premisa documental como la que podía vislumbrarse en los primeros años.

Esta evolución se ve claramente a partir de dos momentos: primero, en 2003, año en el que se traslada a París para someterse a un tratamiento médico, un proceso catártico que le hace volverse más hacia sí mismo; posteriormente, a partir de varios viajes realizados entre 2007 y 2009 a China, país donde encuentra escenarios de evocación de su propio pasado. Alteradas presencias es una de las imágenes tomadas en Pekín: la luz crepuscular, el plano aberrante del edificio, el desenfoque de las ramas del árbol o el juego con la escala son los recursos que utiliza García-Alix para trascender los límites formales de la fotografía y retratar una realidad más sentida que representada.