En este grabado, Goya vuelve a tratar las consecuencias del hambre que asoló el país durante la guerra de la Independencia. Una mujer tocada con un manto sujeta por el hombro a un niño extremadamente delgado que parece no tenerse en pie. Es posible que esté afectado por la enfermedad del latirismo, que, especialmente grave en el caso de los niños, era consecuencia del abuso de almortas, empleadas en lugar del trigo para hacer pan y preparar sopas.

Otro personaje, a la izquierda de la imagen, muestra su torso desnudo, en el que se marcan las costillas. Detrás de la mujer y el niño, Goya ha grabado a una joven sentada que lleva en su regazo a un recién nacido. En el fondo, un hombre aparece tendido en el suelo, posiblemente desfallecido por la falta de comida. A la derecha, dos figuras cubiertas por un manto, que Goya repite en varios grabados de los Desastres de la guerra, expresan la desesperanza y el dolor.