Puede ser interpretada como la culminación de la gestión comercial realizada por el personal de producción (agente, corredor de seguros, etc.) que se materializa en la emisión y formalización de la póliza. En otro sentido, esta expresión se puede referir a la formalización del contrato desde el punto de vista del asegurado (que compra el seguro) frente a su manifestación desde el punto de vista de la entidad aseguradora (que vende el seguro).
En otra acepción, más amplia, se habla de seguros que «se compran» frente a seguros que «se venden»; los primeros son aquellos en los que ya existe un convencimiento por parte del presunto asegurado de la necesidad de cubrir los riesgos, planteándosele sus dudas exclusivamente respecto a desde cuándo debe tenerlos garantizados, en qué condiciones y con qué entidad aseguradora; los segundos son aquellos en los que es preciso que el mediador haga ver al candidato de la necesidad que tiene de cubrir determinados riesgos.
Tradicionalmente se ha considerado que el seguro de Automóviles es un ejemplo de los que se compran; el de Vida, de los que se venden.