En diferentes ocasiones, José Gutiérrez Solana expresó su entusiasmo por la imaginería religiosa española. En su sentido del volumen y la expresión veía una posible fuente de renovación para la escultura contemporánea. Los hermanos Solana guardaban en su casa una buena colección de tallas antiguas, que están en el origen de esta obra.

En los años veinte, a raíz de la entrada en España de nuevas formas de realismo, Solana empezó a utilizar las tallas, despojadas de cualquier contexto religioso, atendiendo solo a sus características plásticas y expresivas, y a su vida interior. En Santos de pueblo este «bastarse a sí mismos» de los objetos viene subrayado por el hecho de mostrarse mezcladas esculturas de distintos tamaños, elaboradas con distintos lenguajes: dos cristos, una santa mártir, un san Roque y una Inmaculada; figuras que el artista dispone sobre un fondo claro para potenciar su expresión y volumen.