Una resta

Javier Codesal

Tabaré, Bartolomé Mitre al 1500, Buenos Aires, 1985

Facundo de Zuviría
Tabaré, Bartolomé Mitre al 1500, Buenos Aires, 1985
Colección privada, París
©
Facundo de Zuviría

Podría pensarse en un imán, que actúa sobre el ojo de Zuviría a partir de cierta disposición regular, numerable y simétrica de las cosas y que, por la atracción del encaje, coloca la visión sobre una zona concreta de la realidad. Esto, observable en no pocas piezas del fotógrafo, tiende a una concentración o justeza del encuadre que podemos comprobar bien en esta fotografía. El rectángulo de la imagen quedó partido en dos campos, uno superior y mayor (ocupa casi cuatro quintas partes del total) y una banda inferior mínima. Pero veamos cómo el tres se sobrepone al dos, ya que la zona principal y más oscura, lo cual aumenta su peso, se divide nítidamente en dos por el listón central de la cristalera y por la repetición de los motivos: mesa de comedor y cortina, seguidas en el mismo orden. Y aún, sobre el tres, el cuatro, pues la banda inferior también está señalada por dos pequeñas celosías cuadradas que deben servir de respiraderos y que, junto al estrambote de los dos puntos negros situados bajo el listón central ya referido, regulan el área en dos mitades. Cuatro particiones en total, o tres, o dos, según se mire.

Por tanto, estamos ante un papel pautado fotográficamente, algo que enseguida llama a la escritura, que la tienta, como así ocurre. Después de los tópicos denotativos RESTAURANTE-PARRILLA-CONFITERI, leemos a mayor tamaño el nombre ‘Tabaré’ unido a la efigie del indio que lo duplica (esta vez, la simetría se da entre palabra e icono). Tabaré, figura mítica de la literatura y cromo usado por determinada identidad nacional que precisamente lo excluye al mismo tiempo que lo mitifica o convierte en marca comercial. Y por aquí se desliza algo poderoso, si pasamos desde la cara del indio a las otras, comparando su efigie pretendidamente originaria con los rostros caucásicos de los clientes del local. ¿Cuál es el producto de la relación entre los rostros masculinos de los comensales y el indio Tabaré? La foto lo contiene en la forma de una nueva duplicación: la que se da en el centro mismo de la imagen, en su fondo y como última palabra, invirtiendo el blanco y negro del primer término que leímos (arriba a la izquierda) ahora reflejado como sombra deforme: RESTA. Lo que parecía una tranquila foto costumbrista resulta ser un ajuste, una resta, que pone en cuestión, si queremos verlo, la misma visión típica y conformista que creímos ver.

Mas, por si la resta nos causara inquietud, vamos a suponer por un momento que haya dos modos de representar. El primero consiste en sumar elementos, lo que a menudo acaba en un discurso explicativo incluido en la mera representación; y de esto ha pecado cierto arte actual al colgarse en el cuello un cartel con el manual de usuario. La otra vía trabaja restando. Restar es sustraer algo de una cosa para hallar la diferencia. En términos prácticos, es como hacer una pregunta impertinente u oponer un obstáculo, porque la resta nos lleva a considerar el resto, eso que queda sin resolver o sin diluir (para entendernos, no se deja asimilar, no se comprende bien). Esa cosa incomprendida es el resto, y el arte ha hecho de ello una herramienta para devolverle a la representación la dignidad, precisamente, de la cosa. Fernando Pessoa nos decía por boca de su admirable Alberto Caeiro: «Ser una cosa es no ser susceptible de interpretación». Y Susan Sontag, más cerca de nosotros, repetía: «Interpretar es empobrecer, reducir el mundo, para instaurar un mundo sombrío de significados. Es convertir el mundo en este mundo (¡este mundo! ¡Como si no hubiera otro!)».

Javier Codesal es director de cine, artista visual pionero del videoarte, poeta, profesor de Bellas Artes.