Impacto e innovación social

¿Sabemos cuál es la manera correcta de medir el impacto de una inversión o proyecto?

¿Sabemos cuál es la manera correcta de medir el impacto de una inversión o proyecto?
La palabra que en el año 2018 ha estado acompañando a casi todas las referencias sobre la Responsabilidad Social Corporativa/Sostenibilidad ha sido: “impacto”. Tanto desde la perspectiva de las inversiones de impacto, como desde la valoración de los proyectos de innovación social, la palabra impacto surge continuamente. Sin embargo, qué queremos decir con ella y, sobre todo, ¿cómo lo medimos dado que las organizaciones y los sectores son tan distintos?

La organización Global Impact Investing Network está tratando de establecer unos estándares para su medición en muchos contextos y, en este sentido, ha realizado una encuesta en la que preguntaba a los inversores cómo entendían y medían el impacto del proyecto o de la empresa a invertir.

La mayoría (91%) mide el impacto en función del output de la empresa; es decir, el impacto de su producción que puede ser medioambiental o social. Por ejemplo, el efecto negativo de la contaminación que resulta de las actividades de producción o el efecto social positivo de la contratación de unas personas en riesgo de exclusión.

Un 77% también medía el impacto en función de los resultados (o consecuencias) de sus actividades; es decir, de los cambios en el entorno social y medioambiental que se producían como consecuencia de su producto. Por ejemplo, valorar si el alimento producido – aunque cumpla las exigencias sanitarias – tiene un efecto negativo en el nivel de obesidad de los niños. Esta segunda medición es más compleja, pero desde la perspectiva de la opinión pública, está siendo cada vez más exigida a las empresas y los reguladores la están teniendo en cuenta en sus controles.

El fundamento de la innovación social parte de la búsqueda de una solución innovadora para una necesidad social, que, en general, suele tener un efecto de “externalidades positivas” en el entorno social. Por ello, parece que la manera más adecuada para medir su impacto deba ser primordialmente en función de sus resultados, que aunque es más complejo informa mejor sobre su razón de ser.

Sobre el autor:

Joaquín Garralda profesor de IE University, especialista en estrategia y orientado hacia el área de Responsabilidad Social Corporativa, impartiendo varias conferencias y programas, además actúa como agente impulsor de la RSC desde varias plataformas. Presidente de Spainsif y Presidente de la Comisión Ética del Fondo Ético de MicroBank (Grupo Caixabank). Es un colaborador habitual de los medios líderes de información económica en España y Latinoamérica.