El canto del cisne

14.FEB.2015           03.MAY.2015

Tradición y nuevos modelos en el salón de París

William Bouguereau
Las oréades
, 1902
París, Musée d’Orsay
© Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais / Patrice Schmidt

Exposición

 

14.FEB.2015         03.MAY.2015

La exposición mostró, por primera vez juntas, una selección de las grandes obras de los pintores académicos en los salones parisinos del siglo XIX, prestadas por el Musée d’Orsey, para poner de manifiesto que este tipo de pintura, espléndida y refinada, heredera de la tradición, representa una de las páginas más brillantes de la historia del arte.

En esta magnífica exposición se reunieron las grandes obras de los pintores considerados académicos en los salones parisinos del siglo XIX. Este tipo de pintura, espléndida y refinada, marcó una de las páginas más brillantes de la historia del arte como última heredera de la tradición de la gran pintura.

Para la muestra se contó con los fondos del Musée d’Orsay, que prestó generosamente y de manera excepcional más de 80 obrasde los principales artistas académicos que expusieron en el Salón como Ingres, Gérôme, Cabanel, Bouguereau, Laurens, Henner, Meissonier o Baudry, pero también otros pintores que, si bien no se suelen clasificar como académicos, se integraron dentro del sistema expositivo del Salón, y partieron de la tradición para explorar nuevos horizontes, como Alma-Tadema, Gustave Moreau, Puvis de Chavannes o Courbet.

La exposición

Lo que se entiende como pintura académica engloba a una serie de artistas que buscaron distintas maneras de modernizar una tradición que se basaba en la creencia en un ideal de belleza eterno, compartido por todos, que encontraba su perfecta expresión en la escultura griega. Todo ello en unos tiempos en los que el mundo había sufrido profundas transformaciones a causa de las sucesivas revoluciones políticas, económicas y sociales del siglo XIX, en los que el desarrollo de la arqueología había mostrado una Antigüedad heterogénea y cambiante y en los que las fórmulas estéticas y morales impuestas desde el neoclasicismo se estaban agotando.

A mediados del siglo XIX la Academia de Bellas Artes francesa pasó paulatinamente a convertirse en una institución pública, dependiente de unos poderes eminentemente burgueses. El Salón, que de ella dependía y cuyo origen se encuentra en la exposición celebrada en 1763 en el Salón Carré del Louvre, de donde toma su nombre, se convirtió en una institución cada vez más abierta, que comenzó a difundir el gusto y también la moda, adquiriendo gran influencia en la cultura francesa y en el resto de Europa.

Los artistas e intelectuales de la época fueron muy sensibles al malestar que creaba el mundo moderno, el positivismo y la industrialización (el spleen de Baudelaire) y a ese mundo desconcertante y lleno de cambios que iba perdiendo las grandes convicciones inamovibles de la tradición. A todas estas cuestiones respondieron con una huida al pasado, pero también a lo exótico y lejano creando un equilibrio entre la tradición y la necesidad de nuevos modelos, capaces de evolucionar en una sociedad en continuo cambio.

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